viernes, 15 de marzo de 2013

Tina, quiero ser como tú

Las grandes comedias americanas de nuestra actualidad son un gran misterio en un país como España, que solo conoce mitos como Friends, o series como How I met your mother o The big bang theory, series cuya calidad en sus primeras temporadas no niego, aunque bien es cierto que los años las están pasando factura.
30Rock es un ejemplo de la comedia que se hace actualmente, y aunque haya cerrado ya sus puertas y finalizado las historias de Liz Lemon (Tina Fey) y Jack Donaghy (Alec Baldwin) en la cadena de la BBC, sí que es cierto que ha marcado un antes y un después en el panorama televisivo.




Tina Fey y su personaje, Liz Lemon han asentado un modelo de figura femenina que, aunque los hombres no lo crean, existe. Mujeres que comen comida basura hasta envenenarse y que, y esto es lo más sorprendente de todo, cagan. Sí, mujeres que cagan en su primera cita.

 

Ese era Jon Hamm, sí, el mismo de este sketch, también de 30rock.



Ya de por si el personaje de Liz Lemon, la jefa de los guionistas de un programa de sketchs al estilo SNL, resulta hilarante, pero es que además está acompañada por un republicano Alec Baldwin, una Jane Krakowski (ya la conocía de antes, como la secretaria y ayudante de Ally McBeal) haciendo de diva histriónica y un Tracy Morgan que casi se representa a sí mismo. 
Su mayor defecto es (o era) que se sustenta demasiado en el presente. Hay bromas que dentro de diez años nadie entenderá y algunas veces se nos escapan referencias, sobre todo a los que no vivimos en Estados Unidos. También, llegado un punto, se vuelve demasiado autorreferencial; imposible de ganar adeptos en su cuarta y quinta temporada. Eso sí, en el último capítulo se agradecen todos los guiños a la serie que durante siete años (uno en mi caso... y lo lamento mucho, que conste) ha hecho que la vida fuese un poco más ligera.


















Tina Fey es actualmente una de las mejores comediantes americanas, una gran mujer, capaz de reírse de sí misma y de los tópicos femeninos. Una pena que la Dunham le quitase el Globo de Oro a Fey este año. Esperemos que dentro de poco regrese a la televisión (y a internet en muchos casos) para amenizarnos la vida.
Y qué mejor para finalizar y despedir a una de las grandes series de estos últimos años que este video, la regla según Liz Lemon:


Tina, quiero ser como tú.

jueves, 18 de octubre de 2012

Cinematógrafo

Últimamente no dejo de escuchar de cinéfilos con cierta experiencia -por no decir mayores- que el cine ha muerto. Yo era consciente de que la literatura estaba moribunda pero... ¿el cine? ¿Acaso hubo una etapa dorada en el cine, en el que ir a la sala a ver una película no era un acto sumamente molesto, donde el ruido de las palomitas, los susurros y las risas de tu compañero de butaca acompañaban los diálogos? ¿Acaso se daba más importancia a la historia que a los efectos especiales? ¿Acaso lo que retrata "La rosa púrpura del Cairo" es cierto, y existía un lugar donde podías evadirte de la realidad hasta que los mismos personajes se preguntaban qué hacías tantas horas arrellanado en esa butaca ? Vaya, vaya. 
Si es así entonces maldigo al hombre y su puñetera manía de corromper las cosas mas bellas del mundo, porque por su culpa nunca sabré cómo fue el cine en estado puro. 
Estoy acostumbrada a ver el cine clásico -que es el que más me gusta- en la televisión o el portátil e ir a la sala de cine a ver chorraditas -que es lo que suelen consumir mis amigos-. Esa es mi visión del cine, las películas de LeRoy en mi casa y la última adaptación de superhéroes en la sala.


Hace poco acabé un trabajo de Pedro Salinas para la universidad. Muchos de su generación -la del 27, para los despistados- se sintieron fascinados por el cine, y ya lo decía Alberti al declarar que: "Yo nací -¡respetadme!-con el cine". Salinas también se interesó por el cine, la electricidad, el automóvil y muchos otros inventos o novedades que quedaron retratados en su poesía. Pero hay un poema en especial que me llamó mucho la atención, y deseo concluir con él:

LUZ

Al principio nada fue.

Ni el agua para en ella el pez.
Ni la rama del árbol para la fatigada
ala del pájaro.
Ni la fórmula impresa para casos de duelo.
Ni la sonrisa en la faz de la niña.
Al principio nada fue.
Sólo la tela blanca
y en la tela blanca, nada...
Por todo el aire clamaba,
muda, enorme,
la ansiedad de la mirada.
La diestra de Dios se movió
y puso en marcha la palanca...
Saltó el mundo todo entero
con su brinco primeval.
La tela rectangular
le oprimió en normas severas,
le organizó bruscamente
con dos líneas verticales,
con dos líneas horizontales.
Y el caos tomó ante los ojos
todas las formas familiares:
la dulzura de la colina,
la cinta de los bulevares,
la mirada llena de inquina
del buen traidor de melodrama,
y la ondulación de la cola
del perro fiel a su amo.
El hombre tuerto sintió
que va a quebrársele el ojo
de cristal, a la embestida
de tantas y tantas visiones.
En el fondo gritó un erudito:
"¿Y la palabra y la palabra?"
Y todos los esfuerzos del mundo,
la fuerza lograda y gastada,
las máquinas maravillosas
para correr, para volar,
para amar, para aborrecer
se echaron a funcionar.
El primer día de la creación
humillado, pobre, vencido,
se marchó a llorar a un rincón.
Pero ya el instinto acechaba
en los ojos de la mujer
—la cabellera suelta al viento—
y el tejer y el destejer
de la tela del sentimiento.
Y el primer día de la creación
se levantó de su rincón
y vino a asomarse a la tela:
en la mano diestra llevaba
el primer corazón del hombre,
que era el último corazón.


Una pena que el cine haya perdido su magia en pro del entretenimiento frívolo. Y una pena que no hayan dejado a las generaciones que más recientemente se han interesado por el séptimo arte disfrutar de él en todo su esplendor.

sábado, 29 de septiembre de 2012

Un pedacito de basura espacial

No sé si se ha notado, pero no tengo mucha paciencia ni disciplina para escribir un blog de forma rutinaria. Es cierto, me cansó muy fácilmente de la mayoría de actividades que empiezo, me irrito cuando releo mis escritos y el mundo del blog me parece vasto y lúgubre, con tanta información flotando por ahí como si fuese basura espacial.  Pero han llegado las lluvias y el frío y ya era hora de cerrar la temporada de verano -solo hace ocho días que empezó el otoño así que no estoy diciendo ninguna locura- hablando de las series que he seguido durante las vacaciones.
Y sí, a falta de amigos entendidos en este área del entretenimiento con los que poder compartir opiniones, he optado por lanzar al vacío de internet este humilde análisis de lo que ha dado de sí este verano que tan abruptamente ha finalizado.

Breaking Bad concluyó la primera parte de su última temporada de una manera magistral, digna del aplauso de todos sus seguidores. Me encantan cada uno de los personajes, no hay ni un solo capítulo que me haya decepcionado y, por encima de todo, adoro a Walter White. Ese mediocre profesor de Química que, debido a un cáncer de pulmón incurable, comenzó en el negocio de las drogas con una excusa muy noble -dejar dinero a su pobre familia a su muerte-, y cuya ambición y anhelo de poder le han acabado convirtiendo en el rey del narcotráfico y, de paso, en un gran villano. Su evolución psicológica es de destacar y aunque nunca superará a mi personaje favorito- Tony Soprano, por supuesto-, se ha ganado un lugar en mi corazón. Rezaría para que no fastidiasen el final de la serie, pero vista la calidad durante sus cinco temporadas dudo mucho que nos defrauden.

Por otro lado, finalicé la quinta temporada de True Blood, una serie que si sigo viendo en años posteriores será más por compromiso que otra cosa. No sé si decir que en cada temporada esta serie nos sorprende más con sus nuevos giros inesperados o que a los guionistas se les está yendo la mano con eso de “impresionar” a la audiencia, tanto que ya no sorprenden, aburren.
Demasiadas historias paralelas, demasiado sexo, demasiados personajes que ya no tienen nada que hacer en la trama, demasiada trama que no conduce a nada... Lo único que me resultó interesante fue el trasfondo político y religioso que adquirió esta temporada. El resto puro entretenimiento. El final promete unos nuevos episodios llenos de acción y luchas interiores -Sookie es a True Blood lo que Bella era a Crepúsculo, solo que una debía decidirse entre el amor de un vampiro y el de un hombre lobo, y la otra elegir entre el alto de Alexander Skarsgård o el bajito de Stephen Moyer- pero esto no Breaking Bad y no tengo mucha confianza, ni en sus guionistas ni en Alan Bell.



La madrastra de Blancanieves, a modo de venganza, se ha metido en política en nuestro mundo y ahora es la alcaldesa de un pueblo, Storybrook.  Y por si fuera poco ha transportado a todos los personajes de los cuentos con ella y les ha encerrado en ese pueblo con un hechizo, borrándoles la memoria para que simplemente se conformen con sus vidas alejadas totalmente de los "finales felices" de sus historias. Este es el desalentador panorama con el que comienza Once upon a time. Sin embargo, toda fatalidad se puede arreglar con una salvadora y en este caso contamos con Emma -Jennifer Morrison-, quien es llevada al pueblo por un hijo al que dio en adopción al nacer con el objetivo de derrocar a la reina y alcaldesa y devolver a los personajes a sus cuentos para que "sean felices y coman perdices".
Resulta un poco deprimente para nosotros, los seres humanos que vivimos a este lado del espejo, que el peor castigo que se le ocurra a una bruja cabreada sea condenar a Cenicienta, Pinocho, Blancanieves o Caperucita Roja a vivir en nuestro mundo, un mundo sin magia y encima con paro y subidas del IVA, pero al margen de ese detalle desmoralizador, la serie es agradable -ojo, no digo buena ni brillante, digo agradable... quizás hasta entrañable- y la segunda temporada promete muchísimo. Eso sí, los guionistas son los que trabajaron en Lost, así que no nos hagamos demasiadas ilusiones respecto al final.


Pasamos a las comedias:
Si me acabé interesando por la comedia fue porque deseaba comprobar cómo estaba el panorama sin contar con las archiconocidas The Big Bang Theory o Cómo conocí a vuestra madre. Y gracias a mi curiosidad descubrí que sí, que había vida más allá de nuestro planeta, vida que encima gana Emmys y todo. 


Community  cuenta la historia de un grupo de estudio formado por siete estudiantes en la universidad comunitaria Greendale. Están liderados por  el guapo y carismático Jeff Winger, abogado con un título falso que fue expulsado de su bufete y ahora tiene que sacarse la carrera de una manera honrada. Aparte de la variedad de personajes estrafalarios que forman el grupo de estudio también encontramos a grandes secundarios, como el profesor/estudiante/guarda de seguridad Chang, el polifacético Decano o el grandísimo y a la vez incomprendido Patillas de Estrella.
Ay, Community. Cuántos disgustos das para ser tan brillante en algunos momentos y también tan breve (¿tres temporadas? Eso hoy en día es una miniserie). Su creador y guionista, Dan Harmon, fue despedido de la serie después de un conflicto con uno de los actores - sí, echaron al creador en vez de al actor. Así está el mundo hoy en día- por lo que no  puedo asegurar la misma calidad para la siguiente y última temporada que empezará en octubre.

No sé muy bien dónde encajar El séquito, ya que es una comedia, pero no con el formato de sit-com. Narra la vida del actor de cine, Vincent Chase y la de sus amigos de la infancia, su séquito, que le han acompañado a Hollywood. Creo que entra dentro del género de la comedia porque no hay drama -sin contar a Johnny "Drama", el hermano de Vincent... la referencia estaba a huevo, qué le voy a hacer-, o por lo menos escenas que sean mínimamente serias. Y es que a Vincent Chase le sonrie la suerte y aunque se le cierre una puerta él ya tiene un arco del triunfo por donde pasar.
Es una serie principalmente dirigida al público masculino y eso se sabe no solo porque todos los protagonistas sean hombres sino también por la cantidad de tías buenas que aparecen -aun no ha salido ni una fea e inteligente-, por las conversaciones y las situaciones. Fiestas, sexo y una vida de lujo con el trasfondo del actual mundillo del cine es lo que nos ofrece esta serie. Y que conste que yo, como mujer, la disfruté.

Por último, mi descubrimiento del año en lo que a comedias se refiere fue 30Rock.

Sin embargo, aun me quedan unos capitulos para finalizar su sexta temporada y prefiero hacer un análisis detallado en el futuro -no es una promesa, evidentemente, a lo mejor asesino al blog en uno de mis cambios de humor- de esta maravillosa comedia de la maravillosa Tina Fey. Esta señora debería ser el modelo de todas las mujeres en el mundo, en serio.

Once upon a time, Community y 30rock regresan en octubre por lo que a lo mejor dentro de... seis meses o dos años mas o menos, y si el blog sigue vivito y coleando, hago una breve reseña de sus nuevas y últimas temporadas - en el caso de Community y 30rock-. Aunque si me da por seguir mandando basura al espacio entonces será antes.

jueves, 10 de marzo de 2011

Himno a la noche


Allá queda el mundo
con sus abigarrados goces.
En otros espacios
la luz alzó
sus aéreos pabellones.
¿Ya no volverás jamás
a sus fieles hijos,
a sus jardines,
a su casa familiar?
Pero, ¿qué es lo que mana
tan fresco y placentero,
tal lleno de presentimientos,
bajo el corazón,
y disipa
la blanda brisa de la tristeza?
¿Tienes tú también
un corazón humano,
oscura noche?

NOVALIS (Himnos a la noche)

viernes, 7 de enero de 2011

I wanna do bad things with you


True Blood es... bueno... es una serie bastante interesante.
En un principio piensas que justo cuando el tema de los vampiros parecía haber llegado a su fin va un loco (porque Alan Bell es un genio trastornado, solo hay que echarle un vistazo a su obra magna, Six under feet, para darse cuenta de ello) y saca una serie, otra vez, sobre vampiros. Vampiros que sustituyen la sangre humana por la artificial "made in Japan", vampiros que intentan integrarse en la sociedad, vampiros que se enamoran de humanos...
Después llega la segunda impresión tras numerosas escenas de sexo (abundantes escenas de sexo... demasiadas escenas de sexo): "esto es como Crepúsculo solo que en versión porno". Por supuesto esto es un error, ya que la serie está basada en una saga de novelas publicada en 2001 y fue cuatro años después cuando surgió el fenómeno de Crepúsculo.
Así que digamos que Crepúsculo es como la versión mojigata y puritana de True Blood.
Y si la historia de Stephenie Meyer perturbó a miles de niñas que quisieron, por un instante, tener una relación con un vampiro snob es lógico que, añadiéndole sexo a cascoporro, triunfaría por todo lo alto.
Así es como funciona el mundo.
La serie no está mal, hay personajes interesantes y otros repetitivos (el personaje de Anna Paquin, Sookie, no me convence del todo y su novio vampiro menos aun), al igual que encontramos situaciones dignas y otras para pasar por alto.
Por poner ejemplos, en la segunda temporada interviene la Iglesia del Sol que me intrigó hasta cierto punto. Pero pronto me cansé de esa historia junto con Steve y Sarah (esta última me sacaba la piedra cada vez que aparecía en escena). Y , sobre todo, destrozaron al personaje de Jason Stackhouse convirtiéndole en cristiano.
Sin embargo, también hay momentos para destacar: el juicio de los vampiros, la conversión de Jessica y la libertad que adquiere frente a la represión que sufrió en su vida como humana, la ménade Maryann sacando el lado mas salvaje de los habitantes de Bon Temps o los debates políticos sobre los derechos de los vampiros (que me resultó ligeramente familiar debido al grado de homofobia en España).
En resumen, True Blood posee tanto sus cosas buenas como sus cosas malas. Tiene recursos para enganchar (mas aun si apasionan los temas vampíricos) y no obstante, en cuanto la ironía empieza a desaparecer y los diálogos decaen y se vuelven anodinos no puedo evitar preguntarme porqué la estoy viendo, si aun me quedan episodios de Mad Men por ver.
Será vicio.

lunes, 25 de octubre de 2010

Demasiado Murakami



Este verano, estando yo en una librería de pacotilla, se me reveló Murakami y en un principio se convirtió en el descubrimiento del año.
No solo sus historias me atrapaban dentro de un mundo siniestro y laberíntico, sino que cada vez me sentía mas en consonancia con los personajes. Dentro de una verano en el que no iba a hacer nada en especial, el panorama que me ofrecía Haruki Murakami era muy atractivo. El primer libro, After dark, se ganó mi corazón; el segundo, Norwegian Wood, me encantó; el tercero, Crónica del pájaro que da cuerda al mundo, me gustó pese a su extensión. Pero a partir de aquí comencé a agotarme.
Recuerdo que cuando terminé de leer Kafka en la orilla pensé que o Murakami comenzaba a innovar o perdía a una lectora. Porque me encantaría ver a este escritor enfrentándose a nuevas historias y situaciones, pero no repitiendo una y otra vez el mismo modelo.
También recuerdo que nada mas amenazar mentalmente al escritor, sus novelas me comenzaron a perseguir. Biblioteca a la que iba, ahí me lo encontraba; librería por la que pasaba, estaba en el escaparate; incluso apareció en las manos de un lector anónimo que viajaba en metro.
Pero por mucho que me persiga no cambiaré de parecer. Es cierto que las historias de Murakami me mostraron un mundo oculto y terrible que desde pequeños nos enseñan a negar, un mundo que cobra sentido en los sueños y delirios. No obstante, llega un momento en el que te cuestionas su capacidad creadora, si es que él solo es un experto en ese tipo de historias específicas o si podría llegar a plantearse nuevos retos que cambiaran la estructura que ya está establecida en sus novelas.
Por poner un ejemplo, David Lynch es un director muy amado y criticado a su vez por sus películas surrealistas. Él domina el genéro de "films que no hay por donde pillarlos" a la perfección y tiende a alterar el argumento o los personajes a mitad de historia dejando al espectador perplejo. Sin embargo, por obras como Una historia verdadera o El hombre elefante, películas alejadas de su habitual línea absurda, se consolidó como un buen director, ya que demostraba que no solo estaba destinado a ser figura de culto entre los cinéfilos gafapasteros mas pedantes, sino que sabía manejar una historia real sin recurrir a excesos o a cambios argumentativos inexplicables. Es por eso que Lynch se encuentra entre mis directores favoritos vivos, porque con sus obras surrealistas se ha convertido en un personaje muy original dentro del mundo del cine y con las mas "normales" en un excelente director.
Y eso es lo que yo le exijo a Murakami. Quiero que demuestre que puede desarrollar una obra sin recurrir a sus tópicos (que altere como mínimo a sus clásicos personajes) y que pruebe que es un buen escritor, aunque siempre sin dejar de ser él mismo.
Si no, creo que tendré que salirme de su escenario de luces y sombras por un tiempo.
He hablado.

sábado, 21 de agosto de 2010

"Ninguna tolerancia con Frankenstein"

Eterna es la historia del monstruo de Frankenstein. Eterna y perfectamente aplicable a la vida real.
El doctor Frankenstein juega con la vida y la muerte, creando un ser a base de cadáveres. Y le proporciona vida, un alma. La criatura, debido a su diferente y extraño aspecto, es rechazada brutalmente por la sociedad. Y por culpa de ese rechazo se acaba transformando en lo que las personas creían que era: un monstruo. Por lo que, una vez con aspecto y actitud de monstruo, será odiado y perseguido por la sociedad.
Se puede decir que los humanos detestan aquello que ellos mismos han creado debido a su temor por lo diferente. Pero no se detendrán a reflexionar qué ha llevado a esa criatura ha comportarse de semejante modo (o sea, a matar), sino que se encargaran de eliminarle porque a fin de cuentas es un monstruo.
En nuestra sociedad ocurre lo mismo. La querida burguesía media devora todo lo que no sea como ellos y sus principios, desde los homosexuales hasta, porqué no, los protestantes evangélicos.
Y por no hablar solo de grupos genéricos, también va detrás de individuos. Los ataca, hace que ellos se defienden, los convierten en monstruos y luego los rematan. Como con el caso del toro de Tafalla, Navarra. Primero lo irritan, el animal salta a las gradas, ataca a personas y luego la gente se encarga de atarle y asesinarle a sangre fría.
Si la sociedad no fuese haciendo monstruos a base de rechazo esto no pasaría.