lunes, 25 de octubre de 2010

Demasiado Murakami



Este verano, estando yo en una librería de pacotilla, se me reveló Murakami y en un principio se convirtió en el descubrimiento del año.
No solo sus historias me atrapaban dentro de un mundo siniestro y laberíntico, sino que cada vez me sentía mas en consonancia con los personajes. Dentro de una verano en el que no iba a hacer nada en especial, el panorama que me ofrecía Haruki Murakami era muy atractivo. El primer libro, After dark, se ganó mi corazón; el segundo, Norwegian Wood, me encantó; el tercero, Crónica del pájaro que da cuerda al mundo, me gustó pese a su extensión. Pero a partir de aquí comencé a agotarme.
Recuerdo que cuando terminé de leer Kafka en la orilla pensé que o Murakami comenzaba a innovar o perdía a una lectora. Porque me encantaría ver a este escritor enfrentándose a nuevas historias y situaciones, pero no repitiendo una y otra vez el mismo modelo.
También recuerdo que nada mas amenazar mentalmente al escritor, sus novelas me comenzaron a perseguir. Biblioteca a la que iba, ahí me lo encontraba; librería por la que pasaba, estaba en el escaparate; incluso apareció en las manos de un lector anónimo que viajaba en metro.
Pero por mucho que me persiga no cambiaré de parecer. Es cierto que las historias de Murakami me mostraron un mundo oculto y terrible que desde pequeños nos enseñan a negar, un mundo que cobra sentido en los sueños y delirios. No obstante, llega un momento en el que te cuestionas su capacidad creadora, si es que él solo es un experto en ese tipo de historias específicas o si podría llegar a plantearse nuevos retos que cambiaran la estructura que ya está establecida en sus novelas.
Por poner un ejemplo, David Lynch es un director muy amado y criticado a su vez por sus películas surrealistas. Él domina el genéro de "films que no hay por donde pillarlos" a la perfección y tiende a alterar el argumento o los personajes a mitad de historia dejando al espectador perplejo. Sin embargo, por obras como Una historia verdadera o El hombre elefante, películas alejadas de su habitual línea absurda, se consolidó como un buen director, ya que demostraba que no solo estaba destinado a ser figura de culto entre los cinéfilos gafapasteros mas pedantes, sino que sabía manejar una historia real sin recurrir a excesos o a cambios argumentativos inexplicables. Es por eso que Lynch se encuentra entre mis directores favoritos vivos, porque con sus obras surrealistas se ha convertido en un personaje muy original dentro del mundo del cine y con las mas "normales" en un excelente director.
Y eso es lo que yo le exijo a Murakami. Quiero que demuestre que puede desarrollar una obra sin recurrir a sus tópicos (que altere como mínimo a sus clásicos personajes) y que pruebe que es un buen escritor, aunque siempre sin dejar de ser él mismo.
Si no, creo que tendré que salirme de su escenario de luces y sombras por un tiempo.
He hablado.

sábado, 21 de agosto de 2010

"Ninguna tolerancia con Frankenstein"

Eterna es la historia del monstruo de Frankenstein. Eterna y perfectamente aplicable a la vida real.
El doctor Frankenstein juega con la vida y la muerte, creando un ser a base de cadáveres. Y le proporciona vida, un alma. La criatura, debido a su diferente y extraño aspecto, es rechazada brutalmente por la sociedad. Y por culpa de ese rechazo se acaba transformando en lo que las personas creían que era: un monstruo. Por lo que, una vez con aspecto y actitud de monstruo, será odiado y perseguido por la sociedad.
Se puede decir que los humanos detestan aquello que ellos mismos han creado debido a su temor por lo diferente. Pero no se detendrán a reflexionar qué ha llevado a esa criatura ha comportarse de semejante modo (o sea, a matar), sino que se encargaran de eliminarle porque a fin de cuentas es un monstruo.
En nuestra sociedad ocurre lo mismo. La querida burguesía media devora todo lo que no sea como ellos y sus principios, desde los homosexuales hasta, porqué no, los protestantes evangélicos.
Y por no hablar solo de grupos genéricos, también va detrás de individuos. Los ataca, hace que ellos se defienden, los convierten en monstruos y luego los rematan. Como con el caso del toro de Tafalla, Navarra. Primero lo irritan, el animal salta a las gradas, ataca a personas y luego la gente se encarga de atarle y asesinarle a sangre fría.
Si la sociedad no fuese haciendo monstruos a base de rechazo esto no pasaría.